Rumania, que pilotará la Unión Europea durante el primer semestre de 2019, por primera vez desde su adhesión en 2007, es un antiguo país comunista de 20 millones de habitantes y también la patria de prestigiosos cineastas y numerosos hackers, relata AFP.

Regizorul Cristian MungiuFoto: ICR NY

Desde la caída del régimen comunista en 1989, y más aún desde el ingreso en la Unión Europea, unos cuatro millones de rumanos, es decir en torno al 20% de la población, se fue a vivir y trabajar al extranjero.

Con un salario promedio de 970 euros brutos al mes y un PIB por habitante equivalente al 62% de la media europea, Rumania es uno de los países más pobres de los 28 Estados miembros de la UE, por detrás de Bulgaria y codo a codo con Croacia.

Aunque este éxodo vació algunas localidades rurales y provocó una escasez de mano de obra, propició también la llegada de cuantiosas remesas al país: 4.300 millones de dólares en 2017, un 2% del PIB del país.

El fenómeno no es nuevo. Importantes intelectuales abandonaron Rumania antes de la Segunda Guerra Mundial y se hicieron un nombre en el extranjero, como el dramaturgo Eugène Ionesco, el escultor Constantin Brancusi, el compositor Georges Enesco o el poeta Paul Celan.

Francesco Illy, inventor de la máquina de café expreso, y Johnny Weissmuller, el Tarzán cinematográfico, eran originarios de Timisoara, al oeste del país, una ciudad que a principios del siglo XX formaba parte del Imperio Austrohúngaro.

El sector de la informática vive un auge en Rumania, que los expertos describen como una futura "Silicon Valley" de Europa del Este. Varias compañías, como Bitdefender o UiPath, llegaron a los mercados internacionales, mientras que miles de jóvenes informáticos son contratados cada año por los gigantes del ramo.

Pero a Rumania también se la considera un centro operativo de la cibercrimen: Ramnicu Valcea, una tranquila ciudad del centro de la que procedían varios piratas informáticos detenidos en los últimos años, fue apodada "Hackerville" por la prensa extranjera.

Transilvania, una pintoresca región del centrooeste, es sobre todo conocida por ser la cuna de Drácula. El personaje popularizado por el escritor irlandés Bram Stoker en 1897 está inspirado en el príncipe valaco Vlad Tepes o el Empalador, que reinó en el siglo XV.

También es uno de los destinos favoritos del príncipe Carlos de Inglaterra, que compró allí dos mansiones y lanzó una fundación para la protección del patrimonio. Algo que no sorprende, pues el príncipe sería un descendiente del "conde Drácula" y llevaría, según él mismo, a "Transilvania en la sangre".

Encrucijada de influencias culturales (romana, otomana, austrohúngara, griega, rusa), Rumania reconoce oficialmente a sus minorías y 18 de ellas tienen derecho a representación en el Parlamento. Las dos minorías más importantes son los húngaros (algo más de 6 de la población) y los gitanos, con 621.000 miembros oficialmente, si bien podrían ser hasta dos millones, según sus líderes.

Los otros grupos étnicos son mucho más modestos: 51.000 ucranianos, 36.000 alemanes, 28.000 turcos, 20.000 tártaros, pero también hay judíos, albaneses, rutenos... El presidente, Klaus Iohannis, elegido en 2014, pertenece a la minoría alemana.

Desde una década, Rumania brilla en los festivales internacionales de cine gracias a una nueva corriente de cineastas. Directores como Cristian Mungiu, Cristi Puiu, Radu Jude, Calin Peter Netzer o Catalin Porumboiu ganaron premios en los festivales de Cannes o de Berlín con historias ancladas en las realidades de la transición poscomunista.

Aclamadas en el extranjero, las películas rumanas tienen sin embargo dificultades para hacer taquilla en su país, a causa sobre todo de la escasez de salas y la preferencia de los espectadores por el cine estadounidense.